Manuel Díaz Cantoral " Lavi "

Manuel Diaz Cantoral "Lavi" nació en Cádiz el 11 de Marzo de 1812.
Fue el primer torero gitano importante de la historia.
El fundador, por así decirlo, de una manera muy estética y muy peculiar de entender el arte de torear.
Con el apodo de Lavi también torearon su hermano Gaspar y su hijo Manuel, matador de toros y novillero, respectivamente.
Educado como tantos toreros de la época en el matadero de Cádiz, sus primeros pasos en el toreo los dio de la mano de su hermano, primero como banderillero y luego como medio espada. El primer dato sobre Lavi le sitúa como sobresaliente el 8 de agosto de 1841, en Cádiz, en una corrida que torearon Paquiro y su hermano Gaspar. El 27 de marzo del año siguiente ya figura como matador en un festejo en Cádiz, acompañando a los dos diestros antes mencionados.
Hizo su presentación en Madrid el 17 de abril de 1843, alternando con Juan Pastor y Francisco Ezpeleta, también debutante. Repitió el mismo cartel los días 24 de abril, 11, y 14, 21 y 29 de mayo.
Con Pastor y otros siguió anunciándose en Madrid los días 11, 19 y 29 de junio (en este festejo hubo un amago de plante de los picadores porque a las seis de la mañana no se les habían presentado caballos útiles para la lidia), y, luego, los días, 4, 10 y 17 de septiembre, y 2, 8 y 12 de octubre. Una presencia tan abrumadora en Madrid, compartiendo cartel casi todas las tardes con Juan Pastor, ya figura consagrada, da una idea cierta de cómo Lavi se había situado en el toreo. Regresó a la capital en 1844 y también en los años siguientes, hasta 1858, con la excepción de 1845, 1847, 1850 y 1854.

Toreó poco a partir de 1852, probablemente debido a la merma de facultades, producto de una prematura obesidad. Viajó a La Habana y México, países en los que toreó con mucho éxito. A su regreso a España explicó su estancia en América con una frase que se hizo famosa: “Si no me voy de aquella tierra me jazen emperaor, como a Napoleón de los franceses”.
En 1858 regresó a Lima, tras firmar un contrato muy ventajoso: “Entrega de 4.000 pesos al firmar el contrato; regalo de dos vestidos para él y dos para su hijo, que le acompañaba; pasaje de primera clase para él y para toda su cuadrilla; y pago de todos los gastos de viaje hasta llegar a Lima, y, además, abonar a su familia, si moría en la travesía, 2.000 pesos. La firma de su esposa, que por razones especiales se exigió en la escritura, importó 1.800 pesos”, reseña Cossío. A su llegada a Lima, en noviembre se sintió enfermó, por lo que debió aplazarse la corrida de su presentación.

Falleció en la capital del Perú el 9 de diciembre de 1858.

Según Cossío, “[f]ue el Lavi una extraña mezcla de valor y miedo, de garbo y comicidad. Le cogieron mucho los toros, aunque, por fortuna, pocas veces le hirieron de gravedad”. Bedoya, en su Historia del toreo, publicada en 1852, dice de Lavi que estaba ocupado “en varias faenas que le ayudan a vivir y sostener a su numerosa familia con una regular decencia, y proporcionar a sus hijos la educación esmerada en su clase, de que él carece, quizá por abandono de sus padres”.

Sánchez de Neira, que le conoció, escribió unas duras palabras sobre él en su Diccionario: “Es más difícil de lo que a primera vista parece calificar acertadamente el mérito que pudo tener este celebrado matador de toros; en términos de que, al incluirlo en este lugar de la presente obra, hemos dudado si hacerlo o dejarlo para el sitio correspondiente en el diccionario. Porque Labi fue el payaso del toreo, y en este caso no merecía figurar al lado de los grandes maestros y de los matadores que hoy están más en boga; pero también hizo cosas toreando que muchos envidiarían. Fue, pues, una nombradía la suya que aún dura y durará por algún tiempo, y justo nos ha parecido colocarlo entre la gente valiosa de su tiempo. [...] Ser inconsciente por instinto, costumbre o rutina, hacía a veces cosas de buen torero, y otras de menos valer las rehuía y esquivaba hasta con miedo”.

Leyendo a Sánchez de Neira parece que se leen juicios críticos (salvando la tremenda parte del payaso, naturalmente) de toreros de arte, antiguos y contemporáneos, como El Gallo, Cagancho, Curro Romero o Rafael de Paula, capaces de hacer lo mejor y lo peor, con arte y con miedo, en la misma tarde.

Lavi, que tenía una enorme gracia personal, también era muy supersticioso, y, en una época de toros de muchos pelajes diferentes, sentía una prevención invencible hacia los de pelo negro, porque una gitana le había profetizado que moriría en los pitones de uno zaíno.

 

Bibl.: F. García de Bedoya, Galería tauromáquica o colección de biografías de los lidiadores más notables, desde la generación del toreo hasta nuestros días, Madrid, Fuertes, 1848; Historia del toreo y de las principales ganaderías de España, Madrid, Imprenta Anselmo Santa Coloma y Cía., 1850; J. Sánchez de Neira, El Toreo. Gran diccionario tauromáquico, Madrid, Imprenta de Miguel Guijarro,1879 (reed, Madrid, Turner, 1988); Don Ventura (V. Bagués), Historia de los matadores de toros, Barcelona, Imprenta Castells-Bonet, 1943 (ed. Barcelona, De Gassó Hnos., 1970); J. M.ª de Cossío, Los toros, tratado técnico e histórico, vol. 3, Madrid, Espasa Calpe, 1943, págs. 237-238; F. López Izquierdo, Plazas de toros de la Puerta de Alcalá (1739-1874), Madrid, Unión de Bibliófilos Taurinos, 1988; F. Claramunt, Historia ilustrada de la Tauromaquia, Madrid, Espasa Calpe, 1989; D. Tapia, Historia del toreo, vol. 1, Madrid, Alianza Editorial, 1992; N. Luján, Historia del toreo, Barcelona, Destino, 1993 (3.ª ed.); J. C. Arévalo, “Figuras de la historia”, en revista 6TOROS6 (Madrid, Editorial Campo Bravo) n.º 524 (13 de julio de 2004).

 

José Luis Ramón Carrión
 tomo la alternativa el 17 de Abril de 1843 en Madrid donde actuó de Padrino Juan Pastor  y de testigo Francisco Ezpeleta con toros de la Ganadería de casa Gaviria. Falleció en Lima el 9 de Diciembre de 1858.

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